Barcelona se resume en Messi

Sábado, 8 de agosto de 2020

Los azulgrana apelan a su efectividad y a la calidad de su capitán para resolver un partido

En tiempos de incertidumbre, manifiesta también en un torneo como la Champions, más abierto que nunca desde la caída del Liverpool y del Madrid, y también de Cristiano, el Barça ya está de camino a Lisboa como si fuera en busca del Dorado.

 El torneo se presenta tan abierto que incluso la candidatura de un equipo crepuscular, irregular e inconsistente como el azulgrana, ya derrotado en la Liga, tiene su gracia y su mérito, ni que sea por la fe de sus jugadores y por respeto a Messi. 

El deseo del capitán mueve la montaña del Camp Nou y tiene en vilo a Europa. Nadie le lleva la contraria y menos el club que alcanzó fama mundial con Maradona. Jugó el Barcelona como si fuera más italiano que el Nápoles para que decidiera la grandeza del 10.

Los momentos del capitán ilustraron un partido que perdió encanto desde que la covid-19 cerró la puerta de los campos a los aficionados, pocos tan pasionales como los del Nápoles y del Barça. Afónica la grada y desbravado el choque, Messi puso la voz para que el encuentro no fuera aséptico sino previsible desde que la efectividad azulgrana disimuló la fragilidad de una defensa que si no acabó sometida fue por el carácter inofensivo del Nápoles. Los italianos parecieron más interesados en el esférico que el Barça.

 El cambio de papeles favoreció la pegada azulgrana y especialmente de Messi. El 10 convirtió en sencillo un partido que se preveía complicado pese al 1-1 de Nápoles.

La experiencia se impone ante rivales amenazantes e ingenuos como el Nápoles, un equipo de sangre caliente, lleno de revoltosos cuya pasión se ha reforzado con un técnico del carácter del calabrés Gattuso. 

Animados por su condición de invictos, los italianos tomaron el balón nada más sacar de centro: Mertens remató a la madera después de un rechazo de Piqué. 

El Nápoles tenía un plan y el Barça iba a remolque, destensado pese a la presión de cada uno de sus delanteros con su marcador a partir del rombo dispuesto por Setién. Hasta que el cuero se detuvo en un saque de esquina y llegó el 1-0. A diferencia del Nápoles, no perdonó el Barça. 

Ausente el fútbol colectivo, los barcelonistas se encomendaron a una jugada ya sabida para entrar en el partido: el pase profundo para Alba y el centro del lateral para la llegada de Messi. La acción acabó en córner y Lenglet cabeceó a la red después de una pugna cuerpo a cuerpo con Demme validada por el árbitro. 

El gol reforzó la propuesta conservadora del Barça. Nunca se había visto un repliegue bajo tan marcado en un equipo azulgrana siempre pendiente de Messi. El gol desanimó a los muchachos de Gattuso y encendió a Messi. El 10 protagonizó tres jugadas resueltas de manera diferente: una significó el 2-0, la segunda acabó en un tanto anulado y la tercera supuso el penalti del 3-0. 

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