La controversia que atravesó al fútbol argentino en los últimos días sumó este lunes un nuevo giro institucional. Luego de que la AFA reconociera de manera inédita a Rosario Central como "campeón de Liga 2025" por haber encabezado la Tabla Anual-una distinción creada y oficializada recién el 20 de noviembre-se desató una fuerte tensión en el duelo de octavos del Torneo Clausura frente a Estudiantes de La Plata.
Obligado por el protocolo dispuesto por la AFA, el plantel del Pincha formó el tradicional pasillo de honor. Sin embargo, lo hizo en señal de protesta: los jugadores se ubicaron en su posición, pero dieron la espalda mientras el equipo rosarino ingresaba al campo de juego. El gesto, tan inédito como contundente, desató un vendaval de reacciones en redes sociales, en los medios y en la dirigencia.
El árbitro Pablo Dóvalo dejó asentado el episodio en su informe oficial, lo que derivó en la intervención inmediata del Tribunal de Disciplina. Y este lunes, a través del Boletín Oficial 6793 Bis, llegó la primera comunicación formal: Estudiantes, su Comisión Directiva, su presidente Juan Sebastián Verón y el capitán Santiago Núñez fueron notificados y disponen de 48 horas para presentar un descargo.
El Tribunal entiende que el club podría haber incumplido lo dispuesto en una resolución publicada el 12 de febrero de 2025, aunque desde La Plata niegan cualquier irregularidad. Sostienen que no existe normativa que obligue a realizar pasillos de honor y que el reciente reconocimiento a Central no estaba contemplado en reglamentos previos.
Qué sanciones podrían aplicarse
El abanico de escenarios es amplio. La opción más probable es una multa económica por "conducta contraria al decoro deportivo", pero también podrían aplicarse apercibimientos o pedidos de ampliación de información. En un extremo poco habitual, podrían evaluarse sanciones deportivas o suspensiones si se interpreta que hubo un acto de desacato institucional.
Estudiantes, por su parte, afirma que no violó ninguna regla y defiende que su gesto fue una manifestación simbólica de disconformidad, sin faltar el respeto al rival ni al juego.
El caso quedará ahora en manos del Tribunal de Disciplina, que deberá resolver una controversia que abre un debate mayor: qué alcance real tiene el nuevo protocolo de homenajes y hasta dónde puede exigirse su cumplimiento.




